
Aquí tienes un artículo completo sobre los mejillones gallegos, con un enfoque informativo y atractivo:
En las frías y ricas aguas de las rías gallegas, en el noroeste de España, se cría uno de los mariscos más apreciados del mundo: el mejillón gallego (Mytilus galloprovincialis). Este molusco bivalvo no solo es un pilar de la gastronomía de Galicia, sino que también goza de Denominación de Origen Protegida (DOP), un sello que garantiza su procedencia, calidad y métodos tradicionales de cultivo.
La producción de mejillones en Galicia se realiza principalmente en bateas, plataformas flotantes de madera ancladas en las rías. De estas estructuras cuelgan cuerdas largas donde las crías de mejillón, llamadas mejillas, se fijan y crecen durante más de un año alimentándose de fitoplancton.
El agua de las rías gallegas, mezclada con nutrientes procedentes de corrientes oceánicas y de los ríos, crea un ecosistema ideal para su desarrollo: mejillones carnosos, de sabor intenso y textura firme.
Además de su exquisito sabor, el mejillón gallego es un alimento muy saludable:
Rico en proteínas de alto valor biológico
Bajo en grasas
Fuente de omega-3, beneficioso para el corazón
Alto contenido en hierro, yodo y vitaminas del grupo B
Unos 100 gramos de mejillón aportan apenas 86 kcal, lo que lo convierte en un aliado de dietas equilibradas.
En la cocina gallega, el mejillón es protagonista de infinidad de recetas: al vapor con limón, en escabeche, en empanada, en salsa marinera o como ingrediente principal en la mítica caldeirada. Su sabor combina a la perfección tanto con preparaciones sencillas como con elaboraciones más sofisticadas.
Galicia es el primer productor de mejillón de Europa y uno de los mayores del mundo. La miticultura no solo sostiene a miles de familias, sino que también forma parte del paisaje y la identidad cultural gallega. Las bateas, alineadas sobre las aguas tranquilas, son tan icónicas como los hórreos o los faros de la costa.
En resumen, el mejillón gallego no es solo un manjar; es el resultado de una tradición centenaria, de un entorno natural privilegiado y de un saber hacer transmitido de generación en generación. Probarlo es saborear el Atlántico en su máxima expresión.