Ruditapes decussatus.
Así es su nombre científico. Vive en los fondos arenosos o fangosos de playas y estuarios y se alimenta de microorganismos vivos que obtiene filtrando el agua del mar a través de un sifón. La longitud de este sifón le permite permanecer enterrada en la arena entre quince y treinta centímetros de profundidad, soportando así los periodos de desecación de la bajamar.
Lo más correcto es meterlas en agua con sal, y deberán permanecer en la nevera hasta que vayamos a cocinarlas unas horas, para que suelten impurezas. Si alguna almeja está abierta tírala. Es que no está fresca. Las sacaremos, las aclaramos bien y estarán listas para cocinarlas.
Su concha es oval de entre seis y siete centímetros de longitud y unos característicos surcos radiales especialmente marcados en la zona posterior. El cruce de estos pequeños surcos con las estrías de crecimiento forman un entramado reticular de un color blanquecino amarillento a castaño.
Los sifones son las estructuras tubulares por las que fluye el agua, y que los emplean para moverse, alimentarse, respirar y reproducirse, y que se asoman en el momento en que la almeja abre un poco su concha, están separados el uno del otro, algo que las diferencia de otras almejas.
Os dejamos con una receta para que podáis animaros a cocinar este manjar. Por cierto, que es casi exclusivo de la costa atlántica desde UK hasta Senegal. Hay también en la costa mediterránea, pero muy poco y de una calidad inferior.